Artículo de información

José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez

24 de Julio del 2025

En un mundo donde las fronteras entre lo real y lo virtual se diluyen rápidamente, la alfabetización digital ha dejado de ser un lujo o una competencia técnica para convertirse en un requisito imprescindible para la ciudadanía contemporánea. No se trata solo de saber usar un dispositivo o navegar por internet, sino de comprender, interpretar y producir información en entornos digitales que transforman las formas de aprendizaje, comunicación y participación ciudadana. La brecha digital, en consecuencia, no es simplemente una cuestión de acceso a tecnología, sino de desigualdades en las capacidades de interacción significativa con los entornos digitales.

En ese marco, las ideas del filósofo y educador argentino Alejandro Piscitelli siguen siendo fundamentales. En una entrevista publicada en El Comercio el 23 de abril de 2017, Piscitelli advierte que el cambio no es tecnológico sino simbólico: el gran reto no es la información en sí, sino cómo apropiarse de ella de manera crítica y transformadora. La alfabetización digital, entonces, debe ser entendida como un proceso cultural y social que redefine la forma en que pensamos, sentimos y actuamos en el mundo contemporáneo.

Un concepto en evolución permanente

La alfabetización digital ha sido tradicionalmente entendida como la capacidad para utilizar computadoras e internet, pero con el tiempo este concepto ha evolucionado hacia una mirada más amplia que involucra habilidades críticas, creativas y colaborativas. Hoy se considera que una persona está alfabetizada digitalmente no solo si puede operar dispositivos, sino si es capaz de entender, analizar y generar contenido en entornos digitales diversos (Arrieta, 2011).

Piscitelli lo señala con claridad cuando indica que la revolución no está en la máquina sino en el uso que se le da. Desde esta perspectiva, no es suficiente tener acceso a internet si no se posee la formación necesaria para navegar con juicio, distinguir la información fiable y participar activamente en la creación de conocimiento. La alfabetización digital se transforma en una herramienta de emancipación simbólica (Assis, 2020).

A medida que la tecnología digital se infiltra en cada esfera de la vida humana, desde la educación hasta el trabajo, la alfabetización digital ha adquirido un carácter transversal. No se trata de una habilidad reservada a profesionales de la informática, sino de una competencia ciudadana esencial en la era del conocimiento. La UNESCO, por ejemplo, ha remarcado que la alfabetización digital es clave para garantizar el derecho a la educación de calidad (Price‑Dennis, 2015).

Las implicancias de esta nueva alfabetización no son meramente técnicas. Se relacionan también con la capacidad de interpretar lenguajes hipertextuales, de interactuar en comunidades virtuales, de comprender los algoritmos que median nuestras interacciones y de adoptar una postura crítica frente al poder que ejercen las grandes plataformas digitales. Esta mirada más amplia permite reconfigurar el papel del individuo como sujeto activo y no como simple consumidor de contenidos (Assis, 2020).

Desafíos en la educación formal y no formal

Uno de los principales desafíos para la alfabetización digital está en el ámbito educativo. Muchas escuelas siguen centradas en métodos tradicionales de enseñanza, mientras que los estudiantes conviven con tecnologías que demandan nuevas formas de aprendizaje. La brecha generacional entre docentes y alumnos en cuanto al uso de tecnologías digitales puede acentuar la desconexión pedagógica (KCN, 2021).

Alejandro Piscitelli subraya que la alfabetización digital no puede reducirse a cursos de ofimática o uso instrumental de plataformas. Lo que se requiere es una transformación del enfoque educativo que ponga énfasis en la comprensión, la crítica, la exploración creativa y el trabajo colaborativo. Las escuelas deberían funcionar como laboratorios de interacción simbólica y no como lugares de reproducción de información (KCN, 2021).

En la educación no formal, como las bibliotecas comunitarias, espacios cívicos y centros culturales, se han comenzado a desarrollar programas de alfabetización digital con enfoques inclusivos. Estos espacios permiten trabajar con poblaciones vulnerables que a menudo son excluidas de los procesos de innovación tecnológica, como adultos mayores, mujeres de zonas rurales o niños en situación de pobreza urbana (Price‑Dennis, 2015).

La inclusión digital no puede depender solamente de la conectividad o del acceso a dispositivos. Es fundamental el acompañamiento humano, la mediación pedagógica y la generación de contextos significativos de aprendizaje. Esto implica que la alfabetización digital debe tener un carácter situado, es decir, ajustado a las realidades culturales, económicas y sociales de cada comunidad (Price‑Dennis, 2015).

Ciudadanía digital y pensamiento crítico

En la entrevista de 2017, Piscitelli advertía que Internet podía ser «la televisión de los inteligentes, pero también la de los tontos». Con ello ponía sobre la mesa un tema esencial: el uso crítico de la tecnología. La alfabetización digital debe incluir la capacidad de discernir entre información veraz y falsa, detectar manipulaciones y comprender los mecanismos de poder que operan en la red (KCN, 2021).

Hoy, en la era de las noticias falsas, los algoritmos de recomendación y la desinformación viralizada, alfabetizar digitalmente es también alfabetizar mediáticamente. Esto supone que los usuarios deben adquirir competencias para leer críticamente no solo el contenido, sino también el formato, la fuente, el contexto y la intencionalidad de los mensajes digitales (KCN, 2021).

La ciudadanía digital no se limita a usar redes sociales o firmar peticiones en línea. Involucra el ejercicio informado y responsable de los derechos y deberes en el entorno digital. Significa participar, deliberar, protestar, colaborar y construir comunidad desde una ética digital basada en el respeto y la justicia (Arrieta, 2011).

En este sentido, el pensamiento crítico es la base sobre la que debe edificarse cualquier programa de alfabetización digital. Formar a los ciudadanos del siglo XXI implica dotarlos no solo de habilidades técnicas, sino de herramientas analíticas, éticas y emocionales para afrontar los retos de una sociedad hiperconectada y cambiante (Arrieta, 2011).

Referencias

Arrieta, C. A. (2011). Alfabetización digital: uso de las TIC’s más allá de una formación instrumental y una buena infraestructura. Revista Colombiana de Ciencias Animales (RECIA), 3(1), , 180–197.

Assis, M. P. (2020). Digital literacy in higher education: a systematic literature review. Revista Educação em Questão, 58(57), , 1–23.

KCN, W. (28 de Mayo de 2021). Club de networking. Obtenido de La cultura en tiempos de internet: https://clubdenetworking.es/author/webmas_doni/

Price‑Dennis, D. H. (2015). Exploring digital literacy practices in an inclusive classroom. The Reading Teacher, 69(2), , 195–205.