Artículo de información

José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez

9 de abril del 2025

Francisco Carrillo Espejo es una figura indispensable en la construcción de una conciencia literaria crítica y comprometida en el Perú del siglo XX. Su legado se extiende no solo por la densidad de su obra, sino por la manera en que sus investigaciones, su poesía y su activismo intelectual revelan una voluntad sostenida de reconciliar el pensamiento andino con las formas modernas de expresión. Su escritura parte del análisis riguroso, pero desemboca con igual fuerza en la emoción, en la búsqueda de un sentido espiritual, estético y ético de la palabra.

Su importancia trasciende géneros y disciplinas. Fue poeta, narrador, investigador, docente, editor y orientador de nuevas generaciones. Su misión fue dar visibilidad a aquello que el canon había ignorado: el quechua, la memoria indígena, los cronistas mestizos, la experiencia interior de lo provinciano. Esa capacidad para enlazar mundos aparentemente opuestos lo vuelve, aún hoy, una voz necesaria para pensar el Perú desde sus entrañas culturales más profundas (Flores Galindo, 1988).

Crítico de la historia, lector del presente

Uno de los ejes fundamentales en la obra de Carrillo Espejo fue su relectura de los cronistas coloniales. En sus estudios sobre el Inca Garcilaso de la Vega o Guaman Poma, identificó en ellos no simples narradores históricos, sino auténticos arquitectos de una memoria mestiza. En lugar de analizarlos solo como fuentes documentales, los comprendió como autores conscientes de su papel político y cultural, como voces que luchaban por preservar una visión alternativa de la historia desde la marginalidad (Cornejo Polar, 1994).

En ese esfuerzo crítico, Carrillo no se limitó a hacer arqueología textual. Su lectura siempre fue doble: académica y vivencial. Lo que encontraba en las crónicas tenía eco en la realidad contemporánea, especialmente en la persistente exclusión de las culturas andinas. A través de sus ensayos, fue articulando una visión del Perú donde pasado y presente se enfrentaban, se respondían, se interpelaban mutuamente. Por eso, para él, leer era también intervenir en la historia (Flores Galindo, 1988).

Esa visión lo llevó a construir una crítica literaria comprometida. Su libro Cómo hacer la tesis y el trabajo de investigación universitario no fue solo una guía técnica, sino una apuesta por democratizar el conocimiento. Buscó formar lectores activos, investigadores con mirada ética, capaces de interrogar sus fuentes y de revalorar aquellas voces que la academia ignoraba. Su enseñanza fue un acto de emancipación cultural y política (Rama, 1984).

Su influencia como docente trascendió el aula. Carrillo formó una red de pensamiento crítico que se proyectó en nuevas generaciones de escritores e investigadores. Su capacidad de conectar la historia, la literatura y el pensamiento andino dio lugar a una metodología de estudio integral, donde las disciplinas dialogaban en función de un proyecto común: reescribir la historia cultural del Perú desde sus márgenes más elocuentes (Cornejo Polar, 1994).

Poesía comprometida con la belleza y la verdad

La obra poética de Carrillo Espejo ocupa un lugar especial dentro de la poesía social peruana. Poemarios como Cristo se ha llevado toda la humildad del mundo y Pequeños poemas comprometidos muestran una sensibilidad profundamente humana, pero lejos del panfleto. Su lenguaje, depurado y austero, logra tocar lo esencial de la experiencia del dolor, la injusticia, el amor y la esperanza. Para él, escribir poesía no era adornar el mundo, sino abrirlo y confrontarlo con lucidez (Pollarolo, 2019).

El lirismo de Carrillo está marcado por el paisaje interior y exterior del Perú profundo. En sus versos resuenan ecos de la sierra, de los pueblos olvidados, del tiempo detenido. Pero también hay modernidad, conciencia histórica y una voluntad ética de denuncia. Sus poemas no se apartan del mundo: lo enfrentan con dignidad, con ternura y con una mirada que busca restaurar la dignidad de lo perdido. Su voz poética es a la vez íntima y colectiva (Rama, 1984).

La poesía en Carrillo también opera como contrapunto de su obra crítica. A través del verso, pudo expresar lo que la lógica del ensayo académico no permitía: la emoción, el afecto, lo invisible. En ese sentido, su poesía fue una segunda vía para explorar la identidad peruana. Más que como un complemento, la poesía funcionó como una vía paralela de conocimiento, capaz de llegar a zonas más hondas del espíritu (Pollarolo, 2019).

Por esa misma razón, su obra ha influido en diversos poetas contemporáneos. No por imitación estilística, sino por el modelo ético que representa: un autor que escribe con humildad, con compromiso y con conciencia de que cada palabra puede ser una forma de justicia. Su legado lírico continúa siendo un ejemplo de cómo la poesía puede tocar fondo sin dejar de mirar hacia arriba (Cornejo Polar, 1994).

Haraui: trinchera poética de la memoria

La creación de Haraui en 1963 marcó un hito en la historia de la literatura peruana. Más que una revista, fue un espacio de resistencia cultural, de promoción de nuevas voces, y de revalorización de las lenguas originarias. El nombre, sugerido por José María Arguedas, es en sí mismo una declaración de principios: Haraui, canto quechua ancestral, se convierte aquí en símbolo de continuidad, de renovación y de raíz (Flores Galindo, 1988, Buscando un Inca: Identidad y utopía en los Andes, Artículo de información).

Durante casi cuatro décadas, la revista fue editada con constancia y rigor. Carrillo publicó más de 130 números, dando cabida a poetas jóvenes, escritores regionales, estudiosos del quechua y experimentadores formales. El criterio editorial no se centraba en modas o tendencias, sino en la autenticidad de la voz y la calidad de la mirada. Por eso, Haraui logró lo que pocas revistas literarias: ser a la vez archivo y semillero (Cornejo Polar, 1994).

La política editorial de Haraui estuvo siempre alineada con la ética de su fundador. No se trataba solo de publicar, sino de construir comunidad, de articular sentidos, de visibilizar aquello que el centralismo cultural desestimaba. Publicar allí era, para muchos, una forma de legitimación distinta: no institucional, sino espiritual. Fue una trinchera donde la poesía encontró abrigo y proyección (Cornejo Polar, 1994).

Incluso tras su muerte, la revista conserva una influencia simbólica poderosa. Muchos de los autores que hoy forman parte del mapa literario peruano encontraron en Haraui su primer espacio. Es el testimonio más claro de que la literatura, cuando nace de la convicción y del afecto por el país, puede perdurar más allá de sus editores, porque se vuelve parte del tejido invisible que une las generaciones (Pollarolo, 2019).

Referencias

Cornejo Polar, A. (1994). Escribir en el aire: ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas. . Lima: Latinoamericana Editores.

Flores Galindo, A. (1988). Buscando un Inca, Identidad y Utopía en los Andes. Perú: Editorial Horizonte.

Pollarolo, G. &. (2019). Poesía peruana: entre la fundación de su modernidad y finales del siglo XX. Lima: Fondo Editorial.

Rama, A. (1984). La ciudad letrada. Montevideo: Arca.