Artículo de información

José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez

13 de enero del 2025

Sócrates, que vivió en Atenas hace casi 2500 años, revolucionó la manera de pensar y enseñar al introducir un método basado en hacer preguntas constantes para llegar a la verdad. A diferencia de otros maestros de su época, nunca escribió libros ni cobraba por sus enseñanzas – lo que sabemos de él viene principalmente a través de su famoso alumno Platón y otros escritores antiguos. Su forma de enseñar era única: en lugar de dar respuestas, hacía preguntas que llevaban a sus estudiantes a descubrir el conocimiento por sí mismos, como un doctor que ayuda a «dar a luz» nuevas ideas en la mente de las personas.

La historia de su muerte es igual de importante que su vida. El gobierno de Atenas lo condenó a muerte acusándolo de «corromper a los jóvenes» y no creer en los dioses oficiales, básicamente porque sus enseñanzas hacían que la gente cuestionara las ideas establecidas. Aunque sus amigos intentaron ayudarlo a escapar, Sócrates decidió aceptar el castigo y beber la cicuta (un veneno) porque creía que era más importante mantenerse fiel a sus principios que salvar su vida. Esta decisión lo convirtió en un símbolo universal de la búsqueda de la verdad por encima de todo, y su método de hacer preguntas para encontrar respuestas sigue siendo usado hoy en día en escuelas, universidades y debates filosóficos en todo el mundo.

Los primeros pasos del pensamiento Socrático

Sócrates nació en el año 470 a.C. en el demos de Alopece, Atenas, hijo de Sofronisco, un escultor, y Fenáreta, una partera. Su origen en una familia de artesanos de clase media contribuyó significativamente a la formación de su perspectiva filosófica y su posterior método de enseñanza. Durante sus primeros años, recibió la educación tradicional ateniense, que incluía música, gimnasia y literatura, aunque posteriormente desarrollaría una postura crítica hacia estos métodos convencionales de instrucción. Su participación en el ejército ateniense durante las batallas de Potidea, Delio y Anfípolis demostró su valor cívico y le proporcionó experiencias que más tarde integraría en sus reflexiones sobre la virtud y el coraje (Brun, 2005).

En el contexto de la efervescencia intelectual de la Atenas del siglo V a.C., Sócrates comenzó a desarrollar su distintivo método de investigación filosófica. A diferencia de los sofistas contemporáneos, que cobraban por sus enseñanzas, él optó por conducir sus diálogos en espacios públicos, atrayendo a un círculo diverso de seguidores que incluía a figuras prominentes como Platón, Jenofonte y Alcibíades. Su método dialéctico, conocido como mayéutica, se fundamentaba en la premisa de que el verdadero conocimiento no podía ser transmitido directamente, sino que debía ser «alumbrado» a través de un proceso riguroso de cuestionamiento. Este enfoque revolucionario desafiaba las pretensiones de sabiduría de sus interlocutores, llevándolos a reconocer sus propias limitaciones y prejuicios (Brun, 2005).

Las ideas fundamentales de Sócrates se centraban en la búsqueda de definiciones universales para conceptos éticos como la justicia, la bondad y la virtud. Su famosa declaración «solo sé que no sé nada» reflejaba una profunda comprensión de los límites del conocimiento humano y establecía las bases para una nueva forma de investigación filosófica. Este período temprano de su vida y enseñanza sentó las bases para lo que se convertiría en uno de los legados filosóficos más influyentes de la historia occidental, caracterizado por un compromiso inquebrantable con la búsqueda de la verdad a través del diálogo racional y el autoexamen crítico (Brun, 2005).

Las bases del pensamiento socrático

El método socrático, conocido como mayéutica, se fundamenta en el arte de dar a luz las ideas a través del diálogo y el cuestionamiento sistemático. Sócrates, a diferencia de los sofistas de su época, no pretendía enseñar verdades absolutas sino ayudar a sus interlocutores a descubrir por sí mismos el conocimiento que ya poseían, mediante un proceso de interrogación que les permitía examinar críticamente sus propias creencias y prejuicios (Brenifier, 2007).

La famosa declaración «solo sé que no sé nada» encapsula la esencia del pensamiento socrático: la verdadera sabiduría comienza con el reconocimiento de nuestra propia ignorancia. Este principio fundamental de su filosofía implica una radical humildad intelectual y un compromiso permanente con la búsqueda de la verdad, que contrasta agudamente con la actitud de los sofistas, quienes aseguraban poseer y poder enseñar la sabiduría (Brenifier, 2007).

La ética socrática se distingue por su énfasis en la virtud como conocimiento y en la idea de que nadie hace el mal voluntariamente, sino por ignorancia. Para Sócrates, el autoconocimiento y el examen constante de nuestras acciones y pensamientos son fundamentales para alcanzar la excelencia moral, pues solo quien conoce el bien puede actuarlo. Este intelectualismo ético tendrá una profunda influencia en el desarrollo posterior de la filosofía moral occidental (Brenifier, 2007).

La preocupación socrática por la educación de la juventud y su crítica a las convenciones sociales de su tiempo lo llevaron a un enfrentamiento directo con las autoridades atenienses, que culminaría en su juicio y condena a muerte. Su negativa a renunciar a sus principios y su aceptación serena de la sentencia ejemplifican la coherencia entre su pensamiento y su vida, convirtiendo su muerte en un poderoso testimonio de integridad filosófica que influiría profundamente en el desarrollo posterior del pensamiento occidental (Brenifier, 2007).

La muerte de Sócrates: Dimensiones filosóficas y políticas

La condena a muerte de Sócrates en el 399 a.C. representa un momento decisivo en la historia del pensamiento occidental, no solo por su impacto inmediato en la sociedad ateniense, sino por las profundas implicaciones filosóficas que generó. Los cargos formales de «impiedad» y «corrupción de la juventud» funcionaron como pretextos jurídicos que ocultaban una compleja red de tensiones políticas y sociales subyacentes en la Atenas post-guerra del Peloponeso (Chicot, 2016).

El método de ejecución elegido, la cicuta, y la manera en que Sócrates enfrentó su muerte, según lo relata Platón en el Fedón, se convirtieron en un paradigma de dignidad filosófica y coherencia ética. A diferencia de otros condenados, Sócrates rechazó las oportunidades de escape que sus discípulos le ofrecieron, argumentando que violar las leyes, incluso injustas, socavaría los principios fundamentales que había defendido durante toda su vida sobre la importancia del contrato social y el respeto al orden jurídico (Chicot, 2016).

El proceso judicial contra Sócrates debe entenderse en el contexto de una Atenas traumatizada por la derrota militar ante Esparta y la posterior tiranía de los Treinta. Las acusaciones formuladas por Meleto, Ánito y Licón reflejaban el resentimiento de ciertos sectores de la sociedad ateniense hacia la crítica socrática de la democracia y su supuesta influencia sobre figuras polémicas como Alcibíades y Critias, quienes habían sido sus discípulos y posteriormente habían traicionado a Atenas (Chicot, 2016).

La ejecución de Sócrates representa una paradoja fundamental del pensamiento democrático: la tensión entre la libertad de expresión y los límites que la sociedad impone al cuestionamiento de sus valores fundamentales. La muerte del filósofo no solo inspiró el desarrollo posterior de la filosofía platónica, sino que se convirtió en un símbolo perdurable de la lucha entre el pensamiento crítico individual y las presiones de conformidad social, un conflicto que continúa resonando en debates contemporáneos sobre libertad académica y disentimiento intelectual (Chicot, 2016).

Discípulos ante la muerte del maestro: Dimensiones filosóficas y testimoniales

El análisis del círculo íntimo de Sócrates, particularmente Aristodemo y Apolodoro, revela una profunda conexión emocional que trascendía la mera relación pedagógica. Sus reacciones ante la muerte de Sócrates, especialmente los «lamentos ululantes» de Apolodoro descritos en el Fedón, evidencian una dimensión transformadora del vínculo filosófico que caracterizaba la enseñanza socrática (Brenifier, 2007).

La aparente devoción «fanática» que mostraban los discípulos, lejos de representar una debilidad metodológica, emerge como testimonio de una autenticidad pedagógica fundamentada en la confianza y el amor al conocimiento. Esta dinámica se manifiesta particularmente en los últimos momentos de Sócrates, donde el contraste entre la serenidad del maestro y la conmoción de sus seguidores revela las dimensiones existenciales del aprendizaje filosófico (Chicot, 2016).

El papel testimonial de los discípulos, ejemplificado en la transmisión del Banquete por parte de Aristodemo, establece un marco fundamental para la preservación del pensamiento socrático. Sin su dedicación a registrar y transmitir las enseñanzas del maestro, aspectos cruciales de la metodología socrática podrían haberse perdido en la historia de la filosofía occidental (Brun, 2005).

Las manifestaciones de dolor de los discípulos ante la muerte de Sócrates no deben interpretarse como meras expresiones de aflicción personal, sino como evidencia de la profunda transformación existencial que caracterizaba el verdadero aprendizaje filosófico en la tradición socrática. Su testimonio perdura como evidencia de un modelo pedagógico donde el conocimiento trasciende la mera transmisión de información para constituirse en una experiencia transformadora del ser (Brenifier, 2007).

Referencias

Brenifier, Ó. (2007). Filosofar como Sócrates. España: Edición a cargo de Gabriel Arnaiz.

Brun, J. (2005). Socrates. España: Butxaca 1985.

Chicot, M. (2016). El asesinato de Sócrates. Barcelona, España: Editorial Planeta.