Artículo de información
José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez
5 de marzo del 2025
Miguel Baca Rossi constituye una figura paradigmática en la evolución de la escultura peruana contemporánea, cuya trayectoria artística representa la intersección entre identidad nacional, expresión estética y memoria colectiva. Su obra, desarrollada a lo largo de más de siete décadas, establece coordenadas fundamentales para comprender las transformaciones del arte escultórico peruano durante el siglo XX. Este análisis examina los elementos conceptuales, técnicos y contextuales que definen su producción, estableciendo conexiones entre su propuesta estética y los procesos de construcción de imaginarios nacionales.
El escultor lambayecano, nacido en Pimentel el 30 de octubre de 1917, desarrolló un corpus artístico caracterizado por su enfoque figurativo expresionista y monumentalista, configurando una poética visual que trasciende la mera representación para constituir un discurso sobre la peruanidad. Su formación multidisciplinaria, que combinó estudios de medicina en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos con su formación artística en la Escuela Nacional de Bellas Artes, estableció las bases de un lenguaje escultórico singular que articula precisión anatómica, sensibilidad expresiva y dimensión monumental (Tauro del Pino, 2001).
Génesis y evolución de un lenguaje escultórico
Los orígenes creativos de Baca Rossi se sitúan en el taller de fundición de su padre, donde experimentó tempranamente con el modelado sobre pequeñas piezas de yeso. Este contacto inicial con materiales y técnicas escultóricas se vería posteriormente enriquecido por la influencia decisiva del maestro Karl Weiss, director del Colegio Nacional San José de Chiclayo, quien orientó su formación humanista y artística. Esta convergencia entre aprendizaje técnico y sensibilidad estética configuraría los cimientos de su posterior desarrollo artístico (Castrillón Vizcarra, 1991).
Su formación académica en la Escuela Nacional de Bellas Artes bajo la dirección de José Sabogal, figura central del indigenismo pictórico peruano, coincidió con un período de intensas transformaciones en el panorama artístico nacional. No obstante, Baca Rossi desarrolló un camino propio que, si bien asimiló elementos del lenguaje indigenista, trascendió sus límites para configurar una propuesta escultórica distintiva. La influencia del escultor español Victorio Macho, figura de referencia durante este período formativo, resultó igualmente significativa en su evolución estilística (Villegas, 2018).
Un aspecto fundamental en su desarrollo técnico fue su interés por la anatomía humana, evidenciado en sus estudios de medicina y posteriormente en su dedicación a la creación de modelos anatómicos en tamaño natural para instituciones educativas. Esta conexión entre conocimiento científico y expresión artística estableció las bases de su aproximación a la figura humana, caracterizada por un riguroso dominio técnico que, sin embargo, trasciende el mero realismo para alcanzar una expresividad particular (Castrillón Vizcarra, 1991).
Monumentalidad y construcción del imaginario nacional
La obra monumental de Baca Rossi constituye uno de los aspectos más significativos de su producción artística, estableciendo una cartografía visual que articula espacios públicos, narrativas históricas y construcción de identidades colectivas. Su primer monumento, dedicado al prócer de la independencia coronel José Leonardo Ortiz (1944), inauguró una extensa serie de intervenciones escultóricas en el espacio público que configuran un discurso sobre la historia y la identidad nacional peruana (Radulescu, 2015).
La dimensión monumentalista de su obra se caracteriza por su capacidad para representar figuras emblemáticas de la historia peruana, como Túpac Amaru, Miguel Grau, José Quiñones, José Carlos Mariátegui, César Vallejo y Víctor Raúl Haya de la Torre, entre otros. Estas representaciones trascienden la mera conmemoración para constituir interpretaciones visuales que participan activamente en la construcción de un imaginario nacional. La monumentalidad en Baca Rossi no se limita a la escala física de las obras, sino que se expresa fundamentalmente en su capacidad para condensar significados históricos y culturales (Fangacio, 2016).
La creación de monumentos dedicados a intelectuales y artistas revela otra dimensión significativa de su propuesta: la valoración de las contribuciones culturales como elementos fundamentales en la construcción de la identidad nacional. Su interpretación escultórica de César Vallejo, ubicada frente al Teatro Segura en Lima, ejemplifica esta aproximación, presentando al poeta no como una figura hierática sino como una presencia viva y contemplativa que establece un diálogo constante con el espacio urbano y sus habitantes (Fangacio, 2016).
Un aspecto particularmente relevante de su producción monumental es su aproximación a figuras religiosas, como se evidencia en la Virgen Inmaculada para la Catedral de Chiclayo (1946) o las representaciones de San Martín de Porres. Estas obras revelan su capacidad para integrar iconografía religiosa tradicional con una sensibilidad contemporánea, estableciendo continuidades entre devoción popular e identidad cultural (Villacorta Paredes, 1982).
Expresionismo y representación de lo humano
Más allá de su producción monumental, la obra de Baca Rossi se caracteriza por una profunda exploración de la figura humana en sus múltiples dimensiones. Sus retratos, bustos y figuras de mediano formato revelan una aproximación expresionista que privilegia la dimensión psicológica y emocional de los sujetos representados. Esta tendencia, evidente en obras como «La Tomasa», «El Hippie» o «Los Amigos», demuestra su capacidad para captar la esencia de los personajes más allá de su apariencia exterior (Radulescu, 2015).
La representación de personajes anónimos constituye un contrapunto significativo a sus monumentos dedicados a figuras históricas. Estas obras revelan su interés por lo cotidiano y lo popular, configurando un costumbrismo alternativo que privilegia escenas y personajes del norte peruano. Esta aproximación a lo vernáculo establece un diálogo con las tradiciones costumbristas del arte peruano, pero desde una perspectiva que trasciende lo pintoresco para adentrarse en la dimensión humana de los sujetos representados (Villacorta Paredes, 1982).
Un elemento distintivo en su representación de la figura humana es su exploración de las diversas etapas de la vida, desde la infancia hasta la vejez. Obras como el «Monumento al Niño» en el Campo de Marte (Lima) o sus representaciones de ancianos evidencian su interés por captar las transformaciones físicas y espirituales asociadas al paso del tiempo. Esta dimensión temporal de su obra establece conexiones con tradiciones escultóricas clásicas mientras desarrolla un lenguaje contemporáneo (Castrillón Vizcarra, 1991).
La representación del movimiento constituye otro aspecto fundamental de su lenguaje escultórico. Sus series dedicadas a temas taurinos, deportivos o ecuestres revelan su maestría técnica para captar el instante preciso que condensa la dinámica de un gesto o una acción. Esta capacidad para «congelar» el movimiento en el material escultórico evidencia su profunda comprensión de la anatomía humana y animal (Villegas, 2018).
Materialidad y proceso creativo
La relación de Baca Rossi con los materiales escultóricos revela una aproximación técnica rigurosa que, sin embargo, mantiene una dimensión experimental. Su dominio del modelado en arcilla, punto de partida de la mayoría de sus creaciones, se complementa con su manejo de diversos materiales definitivos como bronce, granito, mármol y fibra de vidrio, entre otros. Esta versatilidad técnica le permitió adaptar su lenguaje expresivo a las características específicas de cada material (Villacorta Paredes, 1982).
Su proceso creativo se caracterizaba por una profunda compenetración con el tema representado, estableciendo una conexión emocional e intelectual que trascendía el mero virtuosismo técnico. Como él mismo expresó: «Se empieza con el armazón de fierro, alambre y barro. Poco a poco, se va modelando la idea de que no es sólo una estatua, un individuo, una representación estática lo que se está trabajando, sino que se tiene que lograr darle espíritu» (Villacorta Paredes, 1982).
Esta búsqueda de una dimensión espiritual en la creación escultórica revela una concepción del arte como vehículo de trascendencia, como medio para captar y transmitir la esencia vital de los sujetos representados. Su aproximación al retrato, en particular, evidencia esta capacidad para trascender la mera semejanza física para adentrarse en la dimensión interior de los personajes (Villacorta Paredes, 1982).
Legado y proyección histórica
El fallecimiento de Miguel Baca Rossi el 14 de noviembre de 2016, a los 99 años, marcó el fin de una trayectoria artística excepcional que abarcó prácticamente todo el siglo XX y los primeros años del XXI. Su legado, sin embargo, trasciende los límites temporales de su existencia para proyectarse como referente fundamental del arte escultórico peruano contemporáneo (Villegas, 2018).
Su influencia se manifiesta no solo en su producción artística, sino también en su extensa labor docente en instituciones como la Escuela Nacional de Bellas Artes, la Universidad Nacional de Ingeniería y la Pontificia Universidad Católica del Perú. Esta faceta pedagógica, desarrollada a lo largo de cuatro décadas, contribuyó significativamente a la formación de nuevas generaciones de artistas plásticos peruanos (Villegas, 2018).
Los reconocimientos recibidos en vida, incluyendo la Orden al Mérito por Servicios Distinguidos en el grado de Gran Oficial (1999), la Orden de las Palmas Magisteriales en el grado de Maestro (1983) y la Medalla de Honor «Daniel Hernández» de la Escuela Nacional de Bellas Artes (2015), entre muchos otros, evidencian la valoración institucional de su trayectoria. Estos honores, sin embargo, constituyen apenas un reflejo parcial de su impacto en la cultura visual peruana contemporánea (Villegas, 2018).
Más allá de los reconocimientos formales, el verdadero legado de Baca Rossi reside en su capacidad para articular un lenguaje escultórico propio que, partiendo de tradiciones artísticas establecidas, logró configurar una propuesta estética distintiva y contemporánea. Su obra, diseminada en espacios públicos y colecciones privadas en Perú y diversos países del mundo, constituye un testimonio perdurable de su visión artística y su compromiso con la expresión de la identidad cultural peruana (Tauro del Pino, 2001).
La donación de su escultura de César Vallejo a la Biblioteca Nacional del Perú en 2018, por parte de su familia, simboliza la continuidad de su legado y su integración permanente al patrimonio cultural nacional. Este gesto evidencia la valoración de su obra como elemento fundamental en la construcción de una memoria cultural colectiva que trasciende las fronteras del arte para integrarse en el imaginario nacional (Radulescu, 2015).
Referencias
Castrillón Vizcarra, A. (1991). Escultura monumental y funeraria en Lima. En Escultura en el Perú. . Lima: Banco de Crédito del Perú.
Fangacio, J. C. (16 de Noviembre de 2016). El Comercio. Obtenido de Miguel Baca Rossi: murió el escultor de nuestra historia: https://elcomercio.pe/autor/juan-carlos5-fangacio/
Radulescu, M. (2015). La escultura contemporánea peruana. Lima: Univarsidad Nacional Mayor de San Marcos.
Tauro del Pino, A. (2001). Enciclopedia Ilustrada del Perú. Tercera Edición. Tomo 16. Lima: PEISA.
Villacorta Paredes, J. (1982). Artes plásticas. Pintura clásica universal/Pintores peruanos. . Lima: Librería Studium.
Villegas, F. (2018). Miguel Baca Rossi (1917- 2016) : escultor peruanista forjador de la iconografía nacional. Lima: ICPNA.