Artículo de información
José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez
19 de setiembre del 2024
La Batalla de La Rinconada, ocurrida el 9 de enero de 1881, representa un episodio crucial pero a menudo olvidado en la historia de la Guerra del Pacífico. Este enfrentamiento, que tuvo lugar en lo que hoy es el distrito de La Molina en Lima, marcó el primer choque significativo entre las fuerzas peruanas y chilenas en las inmediaciones de la capital peruana. A pesar de su importancia estratégica y del heroísmo demostrado por los defensores peruanos, el combate ha quedado relegado en la memoria colectiva, eclipsado por las subsiguientes batallas de San Juan y Miraflores.
El estudio detallado de esta batalla no solo arroja luz sobre las tácticas y estrategias empleadas por ambos bandos, sino que también revela las profundas disparidades en recursos y preparación entre los ejércitos enfrentados. La resistencia ofrecida por las fuerzas peruanas, a pesar de su inferioridad numérica y tecnológica, subraya el valor y determinación de los defensores. Al mismo tiempo, el desenlace del combate pone de manifiesto las deficiencias logísticas y de coordinación que plagaban la defensa peruana de Lima, factores que resultarían decisivos en el curso final de la guerra.
El Preludio a la Defensa de Lima: La Rinconada en la Encrucijada
A finales de 1880, la Guerra del Pacífico se acercaba a un punto crítico con el avance inexorable del ejército chileno hacia Lima. Tras las dolorosas derrotas sufridas en el sur, la capital peruana se erigía como el último bastión de resistencia contra la invasión. El gobierno del dictador Nicolás de Piérola, consciente de la gravedad de la situación, se afanaba en organizar la defensa de la ciudad, movilizando recursos y hombres para hacer frente a la amenaza inminente. En este contexto de tensión y urgencia, la zona de La Rinconada, ubicada en el actual distrito de La Molina, adquiría una importancia estratégica crucial como punto de acceso oriental a Lima (Juárez Espejo, 2021).
La defensa de La Rinconada fue encomendada al coronel Mariano Vargas Quintanilla, un veterano oficial con una larga trayectoria militar que se remontaba a las épocas de la Restauración. Nombrado jefe superior militar del valle de Ate el 4 de enero de 1881, Vargas Quintanilla se enfrentaba a la formidable tarea de organizar la defensa de este sector clave con recursos sumamente limitados. Sus fuerzas, que no superaban los 300 hombres, estaban compuestas principalmente por la Columna Pachacamac, una unidad de milicianos locales, y algunos elementos de caballería. Estos defensores, aunque motivados por el patriotismo, carecían en su mayoría de experiencia militar y estaban equipados con armamento obsoleto en comparación con sus adversarios chilenos (Juárez Espejo, 2021).
Consciente de la vulnerabilidad de su posición, el coronel Vargas Quintanilla se dedicó con ahínco a fortificar La Rinconada en los días previos al enfrentamiento. Su plan de defensa se centraba en la construcción de una extensa zanja de más de mil metros de longitud, reforzada con parapetos de piedra, que serviría como línea principal de resistencia. Además, solicitó reiteradamente al alto mando peruano el envío de refuerzos, artillería y suministros, reconociendo que sus fuerzas actuales eran insuficientes para repeler un ataque a gran escala. Sin embargo, estas peticiones urgentes encontraron poca respuesta en un ejército peruano ya estirado al límite de sus capacidades y recursos (Juárez Espejo, 2021).
Mientras tanto, el ejército chileno, tras desembarcar en las playas al sur de Lima, se preparaba metódicamente para el asalto final a la capital. El general Manuel Baquedano, comandante en jefe de las fuerzas chilenas, ordenó una serie de reconocimientos para evaluar las defensas peruanas y determinar la mejor ruta de avance. Es en este contexto que el coronel Orozimbo Barbosa recibió la misión de liderar una fuerza de exploración hacia el sector de La Rinconada. Esta división, compuesta por unos 2,600 hombres de infantería, caballería y artillería, representaba la punta de lanza del ejército chileno en su aproximación a Lima. Equipados con armamento moderno y respaldados por la experiencia ganada en campañas anteriores, los hombres de Barbosa se preparaban para enfrentar lo que esperaban fuera una resistencia significativa en las afueras de la capital peruana (Juárez Espejo, 2021).
El Combate de La Rinconada: Choque de Fuerzas Desiguales
En la mañana del 9 de enero de 1881, las fuerzas chilenas del coronel Orozimbo Barbosa, tras una marcha nocturna por la quebrada de Manchay, emergieron en Pampa Grande, actual zona de Musa y La Planicie. Con más de 2,000 efectivos equipados con modernos fusiles Gras y cuatro piezas de artillería, los chilenos se encontraron frente a las posiciones defensivas peruanas en La Rinconada. El coronel Mariano Vargas, al mando de las fuerzas peruanas, contaba con apenas 340 hombres, en su mayoría milicianos locales armados con anticuados rifles Minié y apoyados por algunas piezas de artillería emplazadas en el cerro Vásquez (Pantigoso Velloso da Silveira, 2021).
La batalla comenzó alrededor de las 7:45 de la mañana, cuando las fuerzas chilenas iniciaron su avance. A pesar de la clara desventaja numérica y tecnológica, los defensores peruanos, liderados por el coronel Vargas y el coronel temporal Manuel Miranda, se prepararon para resistir el embate enemigo. La línea defensiva peruana, constituida por una zanja de dos metros de ancho y un parapeto de piedra, se extendía desde lo que hoy es el cementerio de La Planicie hasta el parque del cañón de La Rinconada, representando el último obstáculo antes del valle de Ate (Pantigoso Velloso da Silveira, 2021).
Durante las primeras horas del combate, la columna Pachacamac y las demás unidades peruanas lograron mantener sus posiciones frente al intenso fuego de la artillería y la infantería chilena. Sin embargo, la superioridad numérica del enemigo pronto se hizo sentir. Las fuerzas de Barbosa lograron flanquear las posiciones peruanas por ambos lados, amenazando con envolver completamente a los defensores. La caballería chilena, en particular, demostró su eficacia al realizar cargas decisivas que pusieron en jaque a las ya debilitadas líneas peruanas (Pantigoso Velloso da Silveira, 2021).
Ante la inminente derrota y el riesgo de un aniquilamiento total de sus fuerzas, el coronel Vargas se vio obligado a ordenar la retirada hacia las 10 de la mañana. La llegada tardía de refuerzos, como la brigada de caballería del comandante Millán Murga, solo pudo proporcionar una cobertura para la retirada de las tropas peruanas. Mientras tanto, las fuerzas chilenas ocupaban las posiciones abandonadas, incluyendo las haciendas de La Molina y Melgarejo. El combate continuaría de forma intermitente hasta la tarde, con la artillería peruana del cerro Vásquez intentando hostigar a las tropas chilenas en retirada (Pantigoso Velloso da Silveira, 2021).
Las Consecuencias Inmediatas del Combate
Tras más de tres horas de intenso enfrentamiento, el combate de La Rinconada llegó a su fin alrededor de la 1 p.m. del 9 de enero de 1881, cuando las fuerzas chilenas se retiraron por Pampa Grande. El saldo de la batalla fue significativo para ambos bandos, aunque desproporcionado. Del lado peruano se registraron 7 muertos, incluyendo un oficial, y 8 heridos. Las fuerzas chilenas, por su parte, sufrieron la pérdida de 11 hombres: 1 muerto y 10 heridos (Pantigoso Velloso da Silveira, Con nuestro Perú, 2012).
Una de las consecuencias más inmediatas y significativas del combate fue la captura del ingeniero Murphy, mayordomo inglés de la hacienda Melgarejo, por parte de las fuerzas chilenas. Murphy, quien había trabajado previamente en el tendido de la línea del ferrocarril, poseía planos detallados de toda la zona. Su captura representó un golpe estratégico para la defensa peruana, ya que proporcionó a los chilenos información precisa sobre la ubicación y el número de las fuerzas peruanas en el área (Pantigoso Velloso da Silveira, Con nuestro Perú, 2012).
El combate también reveló las debilidades en la coordinación y el apoyo logístico del ejército peruano. A pesar de las reiteradas solicitudes del coronel Vargas por refuerzos y suministros, estas peticiones fueron desatendidas o llegaron demasiado tarde para influir en el curso de la batalla. Esta falta de respuesta oportuna puso de manifiesto los problemas de comunicación y organización que plagaban la defensa de Lima (Pantigoso Velloso da Silveira, Con nuestro Perú, 2012).
Por otro lado, el enfrentamiento en La Rinconada sirvió como un valioso reconocimiento para las fuerzas chilenas. Aunque su objetivo inmediato era hacer creer a los peruanos que intentarían flanquear Lima por este sector, la información obtenida y la experiencia del combate proporcionaron datos cruciales para el planeamiento del ataque principal a la capital, que se llevaría a cabo pocos días después en San Juan y Miraflores (Pantigoso Velloso da Silveira, Con nuestro Perú, 2012).
Referencias
Juárez Espejo, J. C. (2021). El Combate de La Rinconada: 9 de enero de 1881. Lima: Municipalidad de La Molina.
Pantigoso Velloso da Silveira, F. (15 de Enero de 2012). Con nuestro Perú. Obtenido de A 131 años de la batalla olvidada de La Rinconada: https://www.connuestroperu.com/especiales/historia/23470-a-130-anos-de-la-batalla-olvidada-de-la-rinconada
Pantigoso Velloso da Silveira, F. (9 de Enero de 2021). Revista Gana Más. Obtenido de 9 de enero de 1881: A 140 años de la Batalla de la rinconada: https://revistaganamas.com.pe/colum-tributacion/9-de-enero-de-1881-a-140-anos-de-la-batalla-de-la-rinconada/