Artículo de opinión
José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez
14 de enero del 2024
Para inicios de 1881, la Guerra del Pacífico había tomado un trágico curso para el Perú. Tras heroicos esfuerzos en Tarapacá en 1879, la caída de los reductos costeros en Arica y Tacna un año después situaron al enemigo chileno en las puertas de la capital. Con una fuerza invasora cercana a los 17000 hombres, apenas una línea de improvisadas defensas en San Juan y Chorrillos se interponían en el camino hacia Lima entre el 12 y 13 de enero (Cuya Vera, 2017).
Frente a la adversidad, el espíritu patriótico de la nación afloró transistando los clásicos estamentos sociales. Junto a reconocidos generales como Cáceres o Buendía, emergieron liderazgos de voluntariosos jóvenes de la elite como el coronel Reynaldo de Vivanco, quien equipó con sus medios al Batallón Piérola N°75 conformado por más de 800 hombres, muchos de ellos magdalenenses. La historia registro el ímpetu y arrojo de civiles en armas, de soldados curtidos por años de campaña, y el ingenio táctico que espoleaba la defensa. Pero la epopeya apenas empezaba a escribirse entre el fuego, humo y polvo de los morros costeños (Vadillo Vila, 2021).
Los críticos momentos iniciales
A pesar de la cruda noche bajo el fuego del enemigo, al despuntar el alba del 13 de enero, el ejército peruano se mantenía firme en sus posiciones defensivas de San Juan y Chorrillos, listo para resistir. El general Buendía, a cargo de la línea peruana, confiaba en aguantar el embate y desgastar al invasor chileno. Eran alrededor de 6000 hombres mal equipados, pero con gran voluntad (Cuya Vera, 2017).
Pasadas las 5 de la mañana, el coronel Lagos dirigió un duro ataque frontal a San Juan, específicamente sobre la altura de la Avenida Progreso. La respuesta de los aguerridos 1500 combatientes entre el batallón Zepita y la Legión Peruana frenó el ímpetu chileno, pero estos persistían en su arremetida. Mientras tanto, el coronel Suárez sostenía su posición en Chorrillos (Cuya Vera, 2017).
Pese a los reveses iniciales, el contingente chileno sumaba al menos 17000 soldados provistos de moderno armamento. Superaban ampliamente a la diezmada fuerza peruana. Fue así que aproximadamente a las 5:30 de la madrugada una gran columna chilena de más de 5000 hombres cargó colina abajo sobre San Juan, desbordando toda capacidad de los batallones Zepita y Legionario (Cuya Vera, 2017).
El repliegue general se volvió inevitable. Los coroneles Cáceres y Suárez buscaron reagrupar a los dispersos combatientes peruanos, mientras Cavareda y otros jefes retrocedían para conformar una nueva línea defensiva. La batalla recién comenzaba (Cuya Vera, 2017).
El sacrificio del Batallón Piérola
Eran aproximadamente las 5:15 AM cuando el entonces coronel Reynaldo de Vivanco arengó por última vez a los más de 800 hombres del Batallón Piérola No75, muchos de ellos ciudadanos del pueblo de La Magdalena a quienes había incorporado. De familia adinerada, Vivanco había equipado y financiado al batallón, incluso vendiendo parte de su hacienda, con el fin de lavar el nombre de su padre, firmante del Tratado Vivanco-Pareja (Editor, 2011).
Con el enemigo copando posiciones, el joven jefe de apenas 24 años dirigió la que el historiador Clements Markham consideraría «la acción más audaz del combate». La arenga final de Vivanco fue clara: matar o morir por el honor de la patria. Así, pasadas las 5:20 AM, los 800 del Piérola emprendieron una valiente pero suicida carga sobre las posiciones chilenas atrincheradas en los cerros (Cuya Vera, 2017).
La descarga de fusilería y metralla diezmó rápidamente al batallón de voluntarios peruanos. Pero Vivanco resistió y luchó encarnizadamente junto a un puñado de sus hombres por espacio de media hora más hasta caer abatido, sable en mano. El parte del telegrafista peruano a las 5:50 AM confirmaba la aniquilación de la mayor parte del Piérola 75 en la refriega (Editor, 2011).
El sacrificio de Vivanco y sus improvisados soldados contuvo el avance chileno el tiempo suficiente para que el grueso del ejército peruano en retirada pudiese reagruparse ordenadamente camino a Lima. Habían cumplido su deber al entregar sus vidas por la defensa de la patria (Cuya Vera, 2017).
Una defensa desesperada
Con una fuerza de apenas 5,500 combatientes frente a más de 13,000 soldados chilenos mejor pertrechados, la defensa de San Juan y Chorrillos parecía una misión suicida. Sin embargo, los peruanos resistieron estoicamente el embate enemigo por más de seis horas, gracias a una férrea voluntad y profundo amor patrio (Vadillo Vila, 2021).
Según las crónicas, la lucha fue encarnizada en los parapetos y trincheras donde los invasores tuvieron que disputar palmo a palmo el terreno, sufriendo numerosas bajas. Inclusive se registraron actos de combate cuerpo a cuerpo y hasta el empleo de piedras como proyectiles. Los peruanos aprovecharon bien el conocimiento del terreno y las edificaciones para tender la mayor cantidad de trampas y obstáculos al enemigo (Vadillo Vila, 2021).
Finalmente, la abrumadora ventaja chilena en hombres y pertrechos terminó inclinando la balanza. Tras la caída de ambas plazas poco después del mediodía, se estima que del lado peruano hubo unos 2,000 muertos y heridos, además de 1,800 prisioneros. El enemigo tuvo 1,600 bajas según sus reportes. El camino a Lima estaba despejado (Vadillo Vila, 2021).
Luego de los combates
Tras los sangrientos enfrentamientos en San Juan y Chorrillos el 13 de enero, las diezmadas fuerzas peruanas replegaron sus mermadas tropas, dejando Lima prácticamente indefensa ante el avance de las huestes chilenas. En las primeras horas de la mañana del 14 de enero, las vanguardias chilenas hicieron su entrada a la ciudad, izando su bandera en la Plaza de Armas (Editor, 2011).
A su paso, los contingentes chilenos perpetraron excesos contra la población civil como represalia por la obstinada resistencia encontrada. De acuerdo con parte de la historiografía, se incendiaron y saquearon viviendas, ejecutándose además detenciones y fusilamientos indiscriminados. Cientos de miles de capitalinos huyeron despavoridos, agravando la crisis humanitaria desatada tras casi 10 meses de asedio naval chileno (Editor, 2011).
Tras poco más de dos días de violentas incursiones, las autoridades militares chilenas lograron poner coto a los desmanes de sus tropas y reinstalar un clima de orden en Lima. Una vez consolidado su control total sobre la ciudad, Chile estableció una ocupación que se prolongaría por tres años, hasta la firma del Tratado de Ancón en 1883 que puso fin de jure a la cruenta Guerra del Pacífico (Cuya Vera, 2017).
Referencias
Cuya Vera, R. (1 de Agosto de 2017). Grau. Obtenido de Batalla de San Juan y Chorrillos: 13 de enero de 1881: https://www.grau.pe/campana-terrestre/batalla-de-san-juan-y-chorrillos-13-de-enero-de-1881/
Editor. (15 de Julio de 2011). De Perú. Obtenido de Batalla de San Juan: https://www.deperu.com/calendario/41/batalla-de-san-juan
Vadillo Vila, J. A. (15 de Enero de 2021). El Peruano. Obtenido de La memoria de la batalla: https://elperuano.pe/noticia/113501-la-memoria-de-la-batalla