Había una vez, en la bulliciosa ciudad de Lima, un gato de origen incaico llamado Inti. Era un felino de pelaje dorado y ojos profundos como el sol. Inti vivía en un vecindario lleno de familias que adoraban a los gatos, y él se había convertido en el querido protagonista de aquel rincón de la ciudad.
Desde temprano en la mañana, Inti se aventuraba por los parques y calles, explorando cada rincón con su curiosidad felina. Era ágil y veloz, siempre correteando entre los árboles y las macetas de las casas. Maullaba con alegría y se acurrucaba en los jardines de las familias, quienes le brindaban alimento y cariño.
Los niños del vecindario adoraban a Inti. Lo seguían a todas partes, riendo mientras el gato les mostraba sus travesuras. Inti se convertía en el guardián de los pequeños, alertándolos cuando había peligro cercano. Siempre maullaba con fuerza y se erguía en su posición más heroica cuando algo amenazante se acercaba.
Una tarde soleada, mientras los niños jugaban en el parque, Inti se percató de un feroz perro que se acercaba sigilosamente. Con sus instintos de protección, el gato se interpuso entre el perro y los niños, erizando su pelaje y emitiendo un maullido desafiante. El perro retrocedió y se marchó, dejando a los niños a salvo. Desde ese día, el nombre de Inti resonó como un héroe en el vecindario.
A medida que pasaban los años, Inti seguía siendo un compañero fiel para las familias del vecindario. Pero el tiempo no pasa en vano, y el gato comenzó a sentir el peso de los años. Sus saltos se volvieron menos ágiles y su maullido menos potente. Aunque ya no podía correr como antes, su espíritu de protector seguía latiendo en su corazón.
Una noche, una fuerte tormenta azotó Lima. La lluvia caía sin piedad y los truenos resonaban en el cielo. Inti, a pesar de su debilidad, se arrastró por las calles hasta llegar a la puerta de una familia con la que había compartido muchas travesuras. Maulló débilmente, pidiendo refugio y protección.
La familia, conmovida por la lealtad de Inti, lo acogió en su hogar. Lo arroparon con mantas y lo cuidaron durante toda la noche. En agradecimiento, el gato les dio el último suspiro de su vida, rodeado del amor y el calor de quienes lo habían apreciado.
El vecindario se llenó de tristeza cuando se enteraron de la partida de su amado héroe. Los niños llevaron flores y dejaron mensajes de despedida en el lugar donde Inti había descansado. Su espíritu valiente y protector quedó grabado en los corazones de todos, convirtiéndolo en una leyenda del vecindario de Lima.
Desde entonces, se cuenta la historia del gato Inti, el héroe de los niños y el guardián de la alegría. Su legado perdura en cada rincón de aquel lugar, recordándonos que, a veces, los héroes más valientes se ocultan detrás de un pelaje suave y unos ojos brillantes.
José Carlos Botto Cayo
Fuente: Botto Cayo, J. C. (s.f.). Bottocayo. Obtenido de https://bottocayo.com/