Artículo de información

José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez

16 de julio de 2023

Huáscar, el duodécimo Inca del Tahuantinsuyo, se destacó como uno de los hijos legítimos de Huayna Cápac y uno de los herederos con acceso al trono. Durante su reinado, enfrentó una división en el imperio, ya que su medio hermano Atahualpa gobernaba el reino de Quito y contaba con el respaldo del ejército y el pueblo. Esta situación generó un conflicto por el poder que tuvo importantes repercusiones en la historia del antiguo imperio incaico. (Varios, 2020)

La rivalidad entre Huáscar y Atahualpa marcó una etapa crucial en la caída del Tahuantinsuyo y en la llegada de los conquistadores españoles. El enfrentamiento entre los dos hermanos, respaldados por diferentes facciones de la nobleza y con sus respectivos seguidores, desencadenó una guerra civil que debilitó al imperio. En medio de esta disputa fraternal, los españoles aprovecharon la situación para avanzar en su conquista y someter a los incas a su dominio. El conflicto entre Huáscar y Atahualpa es un episodio fundamental para comprender los últimos años del imperio inca y su posterior sometimiento a la colonización española (Varios, 2020).

Origen

Huáscar, reconocido como Tupic Cusi Hualpa en los registros oficiales, ostentó el título de duodécimo Inca del Tahuantinsuyo, el vasto imperio incaico. Como descendiente directo de Huayna Cápac y su legítima esposa Araua Ocllo, Huáscar desplegó su liderazgo en un momento crucial de la historia inca. Después de la conquista de Quito, su padre designó la ciudad como una segunda capital y estableció allí su residencia, acompañado de una princesa quiteña y su medio hermano Atahualpa, fruto de esa unión. Mientras tanto, Huáscar mantuvo su residencia en Cuzco junto a su madre, manteniendo una presencia activa en los asuntos políticos y culturales del imperio (Fernández, 2004).

Tras el fallecimiento de Huayna Cápac en 1525, Huáscar ascendió al trono incaico en una proclamación respaldada por la nobleza tradicional, desafiando así la voluntad final de su padre. Su coronación tuvo lugar en Cajamarca y fue ampliamente reconocido en todo el vasto imperio, excepto en el reino de Quito, donde su medio hermano Atahualpa asumió el liderazgo como gobernante elegido por el ejército y el pueblo. Esta división en la sucesión desencadenó un período de tensiones y conflictos internos que marcarían un hito en la historia del Tahuantinsuyo (Varios, Biografias, 2020).

El gobierno

Durante los primeros meses de su gobierno, Huáscar fue ampliamente reconocido como el legítimo Sapa Inca, recibiendo el respaldo de la nobleza y designando a su hermano Atahualpa como vicegobernador de Quito y sus territorios. Sin embargo, pronto se vio envuelto en una conspiración urdida por varios de sus hermanos, quienes buscaban colocar a Cusi Atauchi como heredero al trono. Huáscar respondió con severidad, ejecutando a los conspiradores, incluyendo a importantes miembros de las panacas. Para afianzar su posición, se alejó de la nobleza cuzqueña y rodeó su gobierno de fieles partidarios, como su hermano Tito Atauchi, quien lo asesoró en diversas campañas militares (Espinoza Soriano, 2011).

En su intento por fortalecer su autoridad, Huáscar implementó reformas que incluyeron el enterramiento de las momias de los Incas anteriores y la confiscación de propiedades de las panacas para reducir su poder. Sin embargo, estas medidas generaron un creciente descontento y alimentaron rumores de una posible rebelión contra su liderazgo. En medio de la desconfianza, se dice que Huáscar llegó a ejecutar a sospechosos sin pruebas sólidas, según algunas crónicas españolas, aunque estas fuentes pueden ser parciales en su relato (Espinoza Soriano, 2011).

La visión de Garcilaso de la Vega

En su obra maestra «Comentarios Reales», Garcilaso de la Vega, descendiente de una familia noble inca-española, utiliza la figura de Huáscar como pieza clave en su estrategia de legitimación. En este relato histórico, Huáscar representa la rama legítima de los incas, en contraposición a su medio hermano Atahualpa, al cual acusa de usurpación. La construcción de una memoria genealógica y la retórica de la niñez se convierten en las herramientas utilizadas por Garcilaso para reivindicar su linaje y posición como heredero legítimo del trono incaico (Chang-Rodríguez, 2010).

Garcilaso destaca la importancia de Huáscar como descendiente directo de los incas por la rama considerada legítima por los españoles. Esta genealogía le permite al autor argumentar su posición como heredero legítimo y afirmar su lugar en la sucesión incaica. Además, Garcilaso desacredita a Atahualpa, tachándolo de ilegítimo y resaltando sus cualidades negativas, como la crueldad y la traición. A través de la figura de Huáscar, Garcilaso busca consolidar su legitimidad y establecer su credibilidad como el verdadero sucesor de los incas en la historia narrada en sus «Comentarios Reales» (Chang-Rodríguez, 2010).

La guerra civil entre Huáscar y Atahualpa

En el apogeo del Imperio Inca, una encarnizada disputa por el control absoluto del imperio y la autoridad del Inca se desató entre dos hermanos, Huáscar y Atahualpa. Esta rivalidad trascendía más allá del símbolo de poder, la mascapaisha, y se alimentaba de intereses de la antigua nobleza, el clero y los generales. La guerra civil estalló con toda su violencia, mientras los dos hermanos se enfrentaban en Riobamba. Mientras tanto, Atahualpa, con su poderoso ejército del norte, estableció su base en Cajamarca y envió fuerzas contra Cuzco (Fernández, 2004).

La rivalidad entre Huáscar y Atahualpa se intensificó debido a varios factores clave. Huáscar veía en Atahualpa la mayor amenaza para su propio poder, ya que este último había acumulado una década de experiencia en las campañas militares bajo el mando de su padre. Además, Atahualpa contaba con el apoyo de los generales y la gente de Quito, así como con las mejores tropas del imperio y vastos territorios ricos y poblados bajo su dominio (Fernández, 2004).

Tras una tensa paz que duró aproximadamente cinco años, Huáscar buscó el respaldo de los cañaris, una poderosa etnia que albergaba resentimientos hacia Atahualpa. Sin embargo, Huáscar tomó la drástica decisión de eliminar a sus hermanos rivales y convocó a Atahualpa y sus seguidores al Cuzco para una ceremonia de recepción de la momia de su padre Huayna Cápac, traída desde Quito. Atahualpa, advertido por sus nobles y generales, rechazó la invitación, alegando estar inmerso en campañas militares contra tribus rebeldes en el norte. Esta negativa enfureció a Huáscar, quien ordenó la muerte de la delegación enviada por Atahualpa y exigió su inmediata presencia (Fernández, 2004).

La guerra alcanzó su máxima ferocidad. Huáscar envió un ejército liderado por su hermano, el general Atoc, quien avanzó rápidamente hacia el norte y obtuvo una victoria en la batalla de Chillopampa. Sin embargo, su triunfo fue efímero, ya que fue derrotado, capturado y decapitado en Mullihambato. El cráneo de Atoc fue cubierto de oro y utilizado como un macabro trofeo por Atahualpa. Determinado a consolidar su poder, Atahualpa envió un nuevo ejército al mando de Huanca Aunqui, quien también fue vencido en las batallas de Tomebamba y Mullituro (Varios, Biografias, 2020).

Aprovechando una tregua en época de cosecha, Atahualpa tomó ciudades en el norte y se preparó para su campaña final en el centro y el sur, con el objetivo de derrotar a los partidarios de Huáscar y tomar el control del Cuzco. Consciente de que Atahualpa representaba una amenaza cada vez mayor, Huáscar comprendió que su supervivencia estaba en juego. Aunque Huáscar obtuvo algunas victorias en Tahuaray y Huanacopampa, fue derrotado de manera decisiva en la batalla de Quipaipán, donde fue derribado de su litera y apresado por el valiente general Quizquiz (Varios, Biografias, 2020).

La llegada de los seguidores de Atahualpa al Cuzco fue acompañada por una brutal masacre de los partidarios y familiares de Huáscar, especialmente los miembros de la panaca Cápac Aillu, a la cual pertenecía el derrotado Inca. Esta guerra civil interna debilitó profundamente al Imperio Inca y allanó el camino para la llegada de los conquistadores españoles. Aprovechando las luchas internas y la división entre los incas, Francisco Pizarro y su compañía lograron tomar el control del rico y poderoso Imperio Inca en un tiempo sorprendentemente corto, consolidando así el inicio de la conquista española en la región (Fernández, 2004).

Muerte de Huáscar

Después de la derrota de su ejército, Huáscar fue llevado descalzo y con una cuerda al cuello hacia Atahualpa. Sin embargo, antes de encontrarse con él, Atahualpa ordenó la ejecución de Huáscar en Andamarca. Sus restos fueron arrojados al río Yanamayo (Fernández, 2004).

Referencias

Chang-Rodríguez, R. ( 2010). Entre la espada y la pared. El Inca Garcilaso de la Vega y sus Comentarios reales. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Espinoza Soriano, W. (2011). Los incas. Economía, sociedad y estado en la era del Tahuantinsuyo. Lima: Amaru Ediciones.

Fernández, T. y. (11 de Mayo de 2004). Biografias y vidas. Obtenido de Biografía de Huáscar: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/huascar.htm

Varios. (28 de Octubre de 2020). Biografias. Obtenido de Biografía de Huascar: https://biografias.review/huascar/

Varios. (14 de Agosto de 2020). Historia del Perú. Obtenido de Huascar: https://historiadelperu.info/incas/huascar/