Invierno del alma;
sensación que cala la piel;
entre la nieve del tiempo;
que construye muñecos de memoria.

Palabras ensangrentadas;
manchando los papeles;
en este escritorio viejo;
sobreviviente de las aguas.

Silencios que no llegan;
en esta tormenta milenaria;
que enciende las praderas;
en cada grito del alma.

Mañanas sin fin;
como un huracán;
que entra en la vida;
destrozando todo a su paso.

Inviernos devastadores;
destruyendo cada molécula;
en cuerpos cansados;
que dejan la lucha.

El frío cala los huesos;
congelando los latidos;
en pechos agotados;
de luchar contra el olvido.

Vientos helados de energía;
congelando los mares;
ahogando los lamentos;
en tsunamis de soledad.

Ojos ciegos al amanecer;
buscando nuevos senderos;
caminos hacia la luz;
salidas del sinsabor.

Almas dormidas despiertan;
al compás del invierno;
renaciendo en la escarcha;
floreciendo en lo eterno.

Aves del invierno cantan;
melodías del despertar;
la vida sigue su cauce;
pese a todo pesar.

Hay quien sigue en la nieve;
enterrado en el ayer;
otros vuelan más allá;
buscando un nuevo querer.

El invierno es solo un ciclo;
la vida continúa su andar;
dejando atrás pesares;
abrazando un nuevo amar.

Renace la primavera;
con nuevos colores y aromas;
el invierno queda atrás;
llega la época de las rosas.

Florece un nuevo camino;
dejando el crudo invierno;
atrás quedó la escarcha;
hoy brilla el sol eterno.

José Carlos Botto Cayo

Fuente: Botto Cayo, J. C. (s.f.). Bottocayo. Obtenido de https://bottocayo.com/