Las brujas se reunieron
tomándose de las manos,
bailando desnudas,
adorando al viejo cabrío.

La más pequeña
bailaba al centro
desflorando su inocencia
en el ritual del despertar.

De una cueva cercana
un elixir fue desenterrado;
gritos de placer corrieron por el aire,
aromas de sexo,
gemidos de éxtasis.

En el viejo altar
la virgen desnuda reposaba
y las mayores la rodeaban.

Danzas desenfrenadas como un muro
protegían a la elegida.
«Dios no está»,
es quizá la primera idea de la virgen.

Suspiros de libertad en su pecho
en esta noche de despertar.

Ante las miradas orgásmicas
unas pisadas se escuchaban venir,
pensamientos oscuros
desfilaban en la virgen del altar.

Las brujas abrieron paso,
el viejo cabrío arribaba,
camino libre al altar
reflejaba el inicio del ritual.

Ellas se desplomaron en el suelo
iniciando las plegarias a la tierra madre.
La virgen silenciosa
deseaba su iniciación.

El Señor de los montes
acariciaba a su presa
dando inicio al ritual de iniciación,
una niña entrando a la adultez.

Virgen y hombre unieron su sangre,
cuerpos desnudos,
olores a despertar,
líquidos derramados en placer.

Las brujas madres gritaban
cantos de placeres pasados,
momentos como hoy
en que fueron iniciadas en la sabiduría.

Un beso negro marcaba el despertar
del ojo de la sabiduría,
aquel que se esconde en medio del tiempo
y que es protegido por Kundali.

El amanecer empieza a despertar
dejando sensaciones de magia,
brujas en retirada
en una noche de aprendizaje.

José Carlos Botto Cayo

Fuente: Botto Cayo, J. C. (s.f.). Bottocayo. Obtenido de https://bottocayo.com/