Artículo de información

José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodrìguez

7 de diciembre del 2023

La figura de César Moro ha ejercido una influencia fundamental en la poesía peruana del siglo XX, gracias a su papel como introductor de las ideas del surrealismo en el ámbito local. Como miembro visible del Grupo Norte en Lima, Moro fungió como un activo promotor de las nuevas corrientes estéticas europeas en un contexto aún anclado en el modernismo (Altuna, 1993).

Más allá de impulsar un movimiento, la obra de Moro constituye en sí misma una muestra del ingenio visionario que distingue a la poesía de vanguardia. Son precisamente esos postulados los que delinearon su trayectoria creativa, signada por la búsqueda constante, la exploración íntima y esa inquieta necesidad de hallazgos que singularizan a los grandes artistas (Altuna, 1993).

Esa fascinante conjunción entre vida y obra tuvo a la poesía surrealista como su más logrado resultado. Desde sus versos plasmó imágenes oníricas y visiones del subconsciente que reposicionaron el género. A continuación, se abordan algunas particularidades de los aportes de César Moro, que supieron granjearle un sitial imborrable en las letras del Perú y América Latina (Altuna, 1993).

Historia

Alfredo Quíspez-Asín Mas, conocido como César Moro, (Lima, 19 de agosto de 1903 – 10 de enero de 1956) fue un poeta y pintor surrealista peruano. César Moro nació el 7 de agosto de 1903 en Lima. Era hijo de Jesús Quíspez Asín, un acomodado médico natural de Ica, y María Elvira Mas Puch. Su padre falleció en 1908 cuando César contaba con apenas 5 años, quedando al cuidado de su madre y sus dos hermanos, uno de ellos el futuro pintor Carlos Quizpez Asín. Esta temprana ausencia paterna marcaría su infancia (Westphalen, 2001).

Durante su juventud, Moro adoptó el seudónimo César Moro inspirado en un personaje literario. Según su amigo André Coyné, esto respondía a un deseo profundo de encontrar una identidad acorde a su vocación artística, que contrastaba con el nombre que había recibido al nacer (Westphalen, 2001).

Junto con la adopción de esta nueva identidad, Moro introdujo cambios importantes en su vida. En 1925 viajó a París, donde exploró disciplinas como la danza, la pintura y la poesía. Presentó sus primeros óleos en 1926 y 1927, con buena acogida de la crítica. Pero su verdadera pasión era la poesía, que comenzó a cultivar en francés a partir de 1928 bajo la influencia surrealista (Varos, 2019).

Entre 1928 y 1934 desarrolló intensa actividad cultural en Europa, destacando en pintura y poesía. De regreso en Lima organizaría en 1935 la primera exposición surrealista de Latinoamérica, evidenciando su liderazgo dentro de esta corriente en ascenso. Su afán rupturista lo llevaría a polemizar con destacados vanguardistas como el chileno Vicente Huidobro (Varos, 2019).

En 1938, hostigado por motivos políticos, Moro parte al exilio en México. Allí residiría una década, tiempo durante el cual proseguiría su labor creativa con singular ingenio. Entabló entonces una cercana relación con el joven militar Antonio Acosta, musa inspiradora de algunos de sus más memorables poemas (Westphalen, 2001).

El profesor de francés

En 1948, Moro regresó de su exilio en México y comenzó a trabajar como profesor de francés en el Colegio Militar Leoncio Prado. Este episodio inspiró el personaje de Fontana en la novela La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa. Al igual que en la ficción, Moro fue blanco de burlas y agresiones por parte de los cadetes debido a su homosexualidad. Sin embargo, nunca reportó a nadie ni pidió que cesara ese hostigamiento, actitud que desconcertaba a los alumnos (Varos, 2019).

A Vargas Llosa le llamaba la atención que Moro continuara en esa labor ingrata en lugar de ejercer la autoridad que le confería su cargo. El escritor destaca que el poeta parecía fuera de lugar en ese «recinto húmedo e inhóspito», desempeñando un oficio por el que era vilipendiado (Varos, 2019).

La paradoja del maestro

Pese al desinterés y provocaciones de los cadetes, Moro dictaba sus clases con gran conocimiento y entusiasmo, como si frente a él hubiera un auditorio invisible pero receptivo. Esa era la paradoja: un visionario de las letras relegado a enseñar francés a quienes jamás lo apreciarían (Westphalen, 2001).

Desde esa forzada soledad en el aula, Moro produjo poemarios que se volverían de culto como La tortuga ecuestre o Lettre d ́amour. Irónicamente, el reconocimiento a su genio llegaría de otros lares, no de quienes lo tuvieron de profesor. Moro falleció en 1956 sin ver la gloria en vida que su obra alcanzaría (Westphalen, 2001).

César Moro y el surrealismo

Ingresó al Surrealismo en 1928, convencido de que se trataba del “único movimiento” de la “época” que “intentara llevar la existencia humana hasta su grado máximo de incandescencia”. En el acto, perdió todo interés por el “éxito personal”. La cuestión ya no era “crear”, sino “experimentar”, mediante un “lenguaje” que expresara “el funcionamiento real del pensamiento” fuera de cualquier control racional o moral (Coyné, 2021).

Sus relaciones con el grupo surrealista fueron intensas pero intermitentes. Participaba activamente en tertulias y sesiones colectivas, pero también cultivaba su mundo personal. Más que seguir directrices, Moro buscaba instrumentalizar el movimiento para acrecentar sus propias capacidades imaginativas. En sus versos no escasean las imágenes delirantes, pero tamizadas por un lirismo muy personal (Coyné, 2021).

Con los años, Moro fue distanciándose de la ortodoxia surrealista en aras de una concepción más amplia y libre de la poesía. Sin renegar de la búsqueda de lo “maravilloso” que había orientado su juventud, antepuso finalmente el ejercicio de la poesía a cualquier adscripción ismológica, abriéndose a nuevas influencias dentro y fuera del canon vanguardista (Coyné, 2021).

Ese tránsito se refleja en los diversos momentos de elaboración formal por los que atravesó su lírica, desde el barroquismo inicial hasta cierta clasicidad de posguerra, pasando por breves y fulgurantes poemas-relámpago. En ellos la imaginación continuó operando con soberana libertad, aunque tamizada por una creciente tendencia al hermetismo (Coyné, 2021).

La senda surrealista de César Moro

A manera de cierre, es posible afirmar que César Moro dejó una impronta imborrable en la poesía peruana del siglo XX. Su obra abrió nuevos caminos expresivos e imaginativos para las letras nacionales. Incluso aquellos poetas que no siguieron estrictamente sus postulados surrealistas, bebieron de esa fuente visionaria que Moro supo inaugurar.

Ese legado ha perdurado hasta nuestros días a través de las generaciones. Son muchos los versificadores actuales que reconocen su deuda con el ingenio de Moro. Quizá el mejor homenaje sea ese diálogo fértil de los poetas contemporáneos con su imaginario. Una prueba de que Moro sigue siendo faro y guía para la creación poética en el Perú.

Su vida personal estuvo signada por las dificultades y la incomprensión. Pero nada de ello mermó su entrega apasionada a la poesía. Moro convirtió el verso en trinchera y refugio. Un espacio de libertad donde volcar sus visiones más audaces. Ese fulgor liberador de su obra es el mejor legado para las nuevas generaciones.

Hoy son muchos los estudiosos que rescatan y analizan sus textos, extrayendo nuevas aristas y matices. Pero más allá del necesario trabajo académico, lo realmente valioso es que los poetas jóvenes lean a Moro. Que beban de ese ímpetu imaginativo tan característico. Que se contagien de ese afán de trascender los límites de lo real. Ese es el homenaje que Moro merece y el camino para mantener viva su llama.

Referencias

Altuna, E. (1993). Cesar Moro: Escritura y exilio. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana Año 20, No. 39, 109-125.

Coyné, A. (28 de Noviembre de 2021). Openedition. Obtenido de César Moro: surrealismo: https://books.openedition.org/ifea/2224?lang=es

Varos. (31 de Julio de 2019). Encuentra tu poema. Obtenido de César Moro: https://encuentratupoema.pe/poeta/cesar-moro/

Westphalen, Y. (2001). César Moro: la poética del ritual y la escritura mítica de la modernidad. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos.