Artículo de información

José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez

25 de abril del 2024

Baltazar Gavilán fue un eminente escultor peruano cuya obra trascendió las fronteras del Virreinato del Perú. Aunque se conservan escasos datos biográficos suyos, su legado artístico ha perdurado a través de imágenes religiosas y retratos que aún se admiran en iglesias y templos de Lima, la capital virreinal donde desarrolló su arte (Wuffarden, 2019).

Con un estilo que amalgamaba influencias españolas y elementos propios de la tradición americana, Gavilán plasmó en madera una de sus creaciones más célebres: la escalofriante estatua de La Muerte. Esta tétrica alegoría, que representa un esqueleto semimomificado empuñando un arco y flecha, destacó por su sorprendente realismo y simbolismo sobre la fugacidad de la vida. Pero su obra cumbre fue, sin duda, la primera estatua ecuestre de bronce erigida en América, con la efigie del rey Felipe V de España (Wuffarden, 2019).

El Escultor Mestizo de la Lima Virreinal

En la Lima del siglo XVIII, cuando la otrora capital del vasto Virreinato del Perú exhibía la riqueza cultural heredada de su pasado hispano, floreció un artista cuyas obras esculpidas en madera cautivaron con su realismo y sello inconfundiblemente criollo. Baltazar Gavilán, de probables raíces mestizas y nacido en el seno mismo de la Ciudad de los Reyes, supo canalizar en sus tallas la idiosincrasia que paulatinamente se forjaba en aquella sociedad virreinal (García Bendezú, 2014).

Aunque los datos biográficos que han trascendido sobre este imaginero son escasos, la leyenda y los rastros históricos apuntan a que desde joven abrazó la vida religiosa al ingresar como hermano lego a la orden agustina. Fueron las paredes conventuales las que presenciaron los primeros atisbos de su talento innato, curtido bajo la tutela de maestros escultores y la impronta del barroco predominante en la época. En ese ambiente monacal, Gavilán desenvolvió sus habilidades y trazó sus primeras creaciones devocionales (García Bendezú, 2014).

Fueron los conventos e iglesias de la capital virreinal los que acogieron las tempranas obras del novel escultor. Imágenes religiosas como la Virgen Dolorosa, el Niño Jesús y los Tres Reyes Magos, talladas entre 1734 y 1738 para el Convento de San Francisco, evidencian su precoz maestría y la fuerza expresiva de un arte que amalgamaba influjos europeos y rasgos propios del imaginario americano (García Bendezú, 2014).

Una Leyenda Macabra

Con el pasar de los años y a medida que su fama se acrecentaba, Gavilán fue consolidando su prestigio como uno de los máximos exponentes de la escultura barroca en el Perú virreinal. Pero sería con sus creaciones más ambiciosas que el artista limeño inscribiría su nombre en el panteón de las figuras célebres del arte colonial americano (Obando, 2024).

Entre sus obras cumbres destaca la célebre estatua conocida como «La Muerte», una tétrica alegoría que representa un esqueleto semimomificado empuñando un arco y una flecha a punto de ser disparada. Tallada en madera, esta escultura de increíble realismo solía ser paseada en las procesiones de Semana Santa del Convento de San Agustín, infundiendo una mezcla de temor y fascinación en los fieles (Obando, 2024).

Pero esta misma creación que le valió gran renombre a Gavilán, también habría sido la causante de su fatídico final, según reza una inquietante leyenda recogida por el tradicionista Ricardo Palma. Se cuenta que cierta noche, luego de una celebración y embriagado por los excesos, el escultor regresó a su taller donde tenía guardada la imagen de La Muerte (Obando, 2024).

Al encontrarse frente a frente con aquella terrorífica representación de la pequeña muerte, Gavilán habría sufrido tal impresión que cayó fulminado al suelo, sin volver a recuperar la vida. De este modo trágico, la leyenda narra que la escultura que le dio fama terminó arrebatándole la existencia a su propio creador (Obando, 2024).

La Versión del Tradicionista

El insigne tradicionista peruano Ricardo Palma, en su afamada obra «Tradiciones Peruanas», aborda de manera vívida el supuesto desenlace fatal de Baltazar Gavilán en relación con su espeluznante estatua de La Muerte. Palma recrea los hechos con su prosa amena y detalles que alimentan la leyenda: (Palma, 2016)

«Rendido de cansancio y de la farra que se había dado, el escultor entró en su taller, donde lo primero que sus ojos divisaron fue la descarnada imagen que con el arco tendido y una flecha en la diestra parecía estarle apuntando. El infeliz dio un grito de horror, y cayó al suelo sin sentido. En vano lo socorrieron sus familiares y amigos. Baltazar Gavilán había muerto de espanto.» (Palma, 2016)

Palma describe cómo, tras una noche de excesos y embriagado, Gavilán arriba a su taller solo para toparse frente a frente con la aterradora efigie esquelética que él mismo había esculpido. La lúgubre estampa de la Muerte amenazante, lista para disparar su flecha,habría desatado en el artista un pavor indescriptible (Palma, 2016).

El tradicionista plasma con maestría las terribles sensaciones que debió experimentar Gavilán en esos instantes fatídicos: el horror inconmensurable al ver esa representación de la pequeña muerte esgrimiendo su arco hacia él, la impresión fulminante que lo hace desplomarse exánime en el acto. Una muerte súbita provocada por el espanto absoluto (Palma, 2016).

Palma concluye afirmando que todos los auxilios fueron inútiles, pues el alma de Gavilán ya había abandonado su cuerpo víctima del terror extremo que le infundió su propia y aterradora creación artística. El tradicionista plasma de este modo la esencia de un relato digno de leyenda negra (Palma, 2016).

El Estilo y Técnica de un Maestro Imaginero

Baltazar Gavilán se erigió como uno de los más destacados exponentes de la escultura barroca en el virreinato peruano. Su obra se distingue por la destreza técnica y el sorprendente realismo con que plasmaba sus figuras, dotándolas de una expresividad y movimiento casi sobrenatural (Wuffarden, 2005).

El imaginero limeño trabajaba principalmente en madera policromada, tallando con maestría los detalles anatómicos y ropajes de sus creaciones. Dominaba a la perfección el arte del encarnado, logrando efectos de gestos y texturas que ilusionaban al espectador con la sensación de estar ante seres de carne y hueso (Wuffarden, 2005).

Aunque bebió de las influencias barrocas hispanas, Gavilán imprimió en sus esculturas un sello inconfundiblemente americano. Supo adaptar los cánones importados de la metrópoli a la idiosincrasia criolla, incorporando elementos propios del imaginario local en alegorías como su célebre «La Muerte» con el arco y la flecha (Wuffarden, 2005).

Pero más allá de lo temático, fue la calidad y perfección técnica de su trabajo en madera lo que distinguió al imaginero peruano. Sus tallas evidencian un profundo conocimiento de la anatomía y el movimiento, cualidades que le permitían capturar con extraordinario realismo las expresiones humanas y los pliegues de las vestiduras (Wuffarden, 2005).

Referencias

García Bendezú, L. (4 de Octubre de 2014). El comercio. Obtenido de La escultura que inspiró una tradición de Ricardo Palma: https://elcomercio.pe/lima/escultura-inspiro-tradicion-ricardo-palma-291961-noticia/

Obando, M. (5 de Marzo de 2024). Infobae. Obtenido de Baltazar Gavilán: la historia de la estatua que ‘mató’ a su creador luego de una noche de fiesta: https://www.infobae.com/peru/2024/03/05/baltazar-gavilan-la-historia-de-la-estatua-que-mato-a-su-creador-luego-de-una-noche-de-fiesta/

Palma, R. (3 de Abril de 2016). Cervantes virtual. Obtenido de Capricho de limeña: https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/tradiciones-peruanas-tercera-serie–0/html/01559788-82b2-11df-acc7-002185ce6064_12.html

Wuffarden, L. E. (2005). Perú : indígena y virreinal. Lima.

Wuffarden, L. E. (27 de Febrero de 2019). Real academia de la historia. Obtenido de Baltasar Gavilán: https://dbe.rah.es/biografias/53214/baltasar-gavilan